Performance de poesía erótica que conjuga un puesta en escena de poesía y música.

viernes, 29 de enero de 2010

A Cyrano...


" Entonces que venga la muerte a llevarse esta locura,
yo he logrado el embeleso,
solo os pido una cosa, un beso..."
(Cyrano de Bergerac)


¿Cómo es posible que amando
como aman los poetas
no utilizaras tus tretas
para venir conquistando?

¿Cómo es posible que siendo
hombre de artes temerosas
pudieras temer las cosas
de los que andan sintiendo?

¿Cómo es posible que echando
a correr por laberintos
tramaras rumbos distintos
por irte de mí alejando?

¿Será que aún siendo el que osa
desafiar a los destinos
comprendías con atino
que el amor era otra cosa?




jueves, 28 de enero de 2010

Epitafio inconcluso...


“En contra tuya volaré con mi cuerpo invencible e inamovible, ¡oh muerte!”.
Virginia Woolf


Cuando ella venga a buscarme le dirán...

Que tenía los ojos vivaces y que había recorrido gran parte del mundo como quien va todos los días al mercado.
Que no conocí más revolución que la que ocurría en mi propio cuerpo y en mi propia vida, de la cual me convertí en ferviente guerrillera.
Que tuve una hija con un hombre concebido en la otra parte del planeta y que igual de diferente era a mí como los lugares en los que fuimos a nacer.
Que estuve a punto de casarme con el hombre más equivocado, hasta que un día decidí no serle fiel a nadie más que a mí misma.
Que sentía una desmedida pasión por los libros que me transportaban a los lugares por donde no me habían llevado ni los trenes, ni los aviones, ni los autobuses, ni los barcos, ni los coches.
Que quizás porque, un día, mi padre me contó que, en su niñez, le intrigaba lo que había más allá de las montañas de su pueblo, es que no me puse límites ni fronteras.
Que viví en tres países diferentes y dejé mi estela por aquellos en los que anduve. Y que también parte de ellos me llevé conmigo para transmitir lo que había visto y derribar las fronteras con la espada del conocimiento.
Que si hubiera existido una bandera universal hubiera sido la mía y la hubiera llevado prendida de mi pecho como el más preciado de los broches.
Que un buen día dejé de trabajar porque, era tal la alegría con la que llevaba adelante mis tareas que no las consideraba trabajo.
Que la música y el amor eran mi pan de cada día. Que me sabía casi todas las letras de memoria y nunca me faltó un hombre que quisiera acompañarme en mis locuras.
Que así como cambiaba de ciudades cambié de religión y me atreví a asomarme por la puerta de otros mundos paralelos a través de los oráculos que llegaban a mis manos.
Que casi no conocí enemigos, los que tuve eran, en realidad, más traidores a sí mismos que a mí.
Que compartía todo lo que amaba, hasta la libertad que le daba a cualquiera que quisiera pasar un rato a mi lado.
Que amé, amé, amé...
Y amé, amé, amé, amé...
... ...
...

Y que...
...sin duda...
...fui muy feliz...


miércoles, 27 de enero de 2010

Pero la piel...



Pero la piel....

la piel es otra cosa...

que no daría...

por un solo instante....

al menos...

aunque no me baste...

aunque una vida...

pueda parecerme un instante...

cuando tus manos me tocan...

porque todo tiempo es poco....

cuando lo mide el deseo...


lunes, 25 de enero de 2010

...Y vivieron feos para siempre



No, no voy a pensar que eres fantástico,
ni siquiera me creeré que seas único.
Admitiré, sencillamente, que eres un hombre,
imperfecto, como todos los hombres.

Sensata, me preguntaré entonces,
si estoy dispuesta a compartir
mis defectos con los tuyos.

Y si te parecen brutales mis palabras,
debes saber, mi enamorado,
que no te habrán hecho jamás
declaración de amor más acertada
que la que aquí te plasmo.

Entonces…
No esperes que te crea perfecto.
Ni ansíes que te idealice,
pues eso sería, sin duda,
el principio del fin…

Si Disney engalanó al príncipe azul
para ocultarnos al sapo,
Steig nos regaló al ogro verde,
que aparentando ser bestia,
esconde en sí una gran bondad.

Y yo que no quiero ser bruja,
disfrazada de Blancanieves,
Me convertiré en ogresa
Para vencer al cobarde
Y suspirar por mi ogro apasionado

Hoy…
Me declaro Fiona
 para ti…
mi adorado Shrek!



domingo, 24 de enero de 2010

Amores platónicos, amores soñados



“Borges se enamoró por primera vez en Buenos Aires, allá por 1921, cuando él tenía veintidós años. La muchacha se llamaba Concepción Ortega, y era una guapa adolescente a la que conoció en casa de tres amigas comunes, las hermanas Lange. Aquella pasión juvenil se enfrió a causa de la distancia, pues Borges tuvo que partir en un viaje a Europa. En su libro Borges, esplendor y derrota, María Esther Vázquez (que fue ayudante personal y amiga del autor) cuenta que él le explicó, muchos años después, que en realidad no estaba enamorado de Concepción, sino de la idea que tenía de ella, cosa por otra parte bastante frecuente en los amores de juventud. Con todo, aquel flirteo adolescente dejó en Georgie gratos recuerdos. Su experiencia con Concepción Ortega estuvo libre de amarguras, y fue muy distinta a las que vendrían después.” (Del libro “Tristezas de amor” de Marta Rivera de la Cruz)

Enamorarse, no de una persona, sino de la idea que de ella se tiene… Es como amar un concepto y elegir una imagen para que en él encaje… Un amor en busca de objeto… Entonces, ¿es verdad que uno elige de quién enamorarse? ¿O sólo busca amores platónicos cuando la realidad no le regala uno verdadero?

El amor del que hablaba Platón se refiere, a grandes rasgos, a un sentimiento en el que la persona amada está idealizada y forma parte de un sueño, de una ilusión a la que se le da la forma que la imaginación decide darle día a día.
Es como una unión utópica entre dos personas que no deja de ser una expresión de amor hacia uno mismo, hacia las propias fantasías que de este sentimiento se tienen. Idealizamos a alguien porque nos enamoramos de nuestro propio reflejo en ese otro y es un amor libre de riesgos porque en lo que pensamos y sentimos no hay testigos, por lo tanto podemos dar rienda suelta a nuestros más locos sueños sin límites ni censuras y transformarlos en creatividad.
Amar a alguien imposible, vivir la frustración y la esperanza del encuentro y tejer, en medio, una red de situaciones posibles. ¿Nos es acaso como vivirlas, de alguna manera?

¿Nos enamoramos de un ideal o idealizamos a aquel de quien nos enamoramos?
Fue Borges quien, también, dijo en Otro poema de los dones que es «el amor, que nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad» algo que ya había expresado antes en Luna de enfrente, cuando escribió «…te veré por vez primera, quizá, / como Dios ha de verte» y que, según explicó en diversas entrevistas, significa «que una persona enamorada ve a la otra como Dios la ve, es decir, se da cuenta de que la otra persona es única».

¿Será que un escritor necesita alimentar su creatividad a través de la vivencia de historias, sean éstas reales o no? ¿Será que un artista necesita sentir la belleza, como sea, para transformarla en arte?
Dice Umberto Eco, en su Historia de la Belleza, que los románticos se imaginaron una Edad Media llena de heroísmo, dulzura y, valga la redundancia, de... 'romanticismo'.
Que la realidad sea, seguramente, mucho menos literaria, ¿qué importa en realidad? ¿No dicen que la historia la escriben los que ganan y la literatura, los que sueñan?

Así que… ¡Sigamos soñando! Porque como afirmaba Jorge Luis “el peor de los pecados, es no ser feliz…”

Es bajo esta luz...



Con la juventud doliéndome en la piel,
vestida de antiguo luto
y un flamante rimel profanando mis mejillas,
te vi por primera vez pero sin verte…

Tanteando el mundo desde mi ingenua guarida,
descubrí en ti al hombre,
lo admiré, y por dejarme encandilar
te creí inalcanzable…

Ahora es el momento en que, acortando las distancias,
nos reconocemos sin velos
entregándonos al más puro de los verbos,
que seguro es el amor…

Ven, acércate y concédele una tregua a tu guerrero
que es bajo esta luz que quiero amarte,
inventarnos nuestro propio mantra
y cantarle a esta pasión…

¿Qué si temo? ¿Acaso no lo sabes?
Tengo un vértigo absoluto,
pero déjame confiar en cuánto un hombre puede amar una mujer
y viceversa…


viernes, 22 de enero de 2010

Adagio para un amor


“Seremos lo que haremos juntos” (André Gorz)

Recojo los versos que ayer dejaste y los hago míos porque sé reconocerme en ellos. Con una habilidad digna de un mago, has sabido sondear en mi alma y extraer de ella lo que, durante este largo y silencioso “tempo”, me ha unido a ti y, a la vez, separado.
Y si ves que me pongo melancólica, permítemelo una vez más pero no te preocupes, que la melancolía no siempre es sinónimo de tristeza. A veces es simplemente recordar y eso representa mucho más que tener a alguien presente en la memoria, significa volver a pasarlo por el corazón.
Y, casi sin darme cuenta, voy dejando que vuelvas a entrar en mi alma de puntillas, que sueñes que mi corazón atesora el alma de la mujer con la que vas a morir....
Entre tus versos se me coló el recuerdo de otra historia de amor, pero esta vez uno posible y más cercano en el tiempo, el de André Gorz y su esposa Dorine. Una especie de Romeo y Julieta del siglo XXI pero cuya imposibilidad de seguir amándose no era ni una disputa familiar, ni la distancia. Podría decirse que, no sólo no fue imposible, sino uno de los amores más posibles de la historia, un amor envidiable, un romance del que cualquiera quisiera ser protagonista. Entonces ¿Cuál era la imposibilidad que tanto los atormentaba a ambos? La incapacidad de seguir siendo sin el otro…
Pocos meses antes de que los dos apareciesen muertos en su casa, Gorz escribía a su amada Dorine: “Recién acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante, deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío. (...) Espío tu respiración, mi mano te acaricia. A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos.”
Fue un sábado, para que nadie pudiera auxiliarlos. Ingirieron una mezcla fatal de medicamentos y, cuando encontraron sus cuerpos, yacían uno junto al otro, siempre inseparables, como lo fueron en vida desde que se conocieron en 1947.
¿Sabes? Para Gorz, la mayor dificultad radicaba en la imposibilidad de explicar filosóficamente por qué uno ama y espera ser amado por una persona. Porque ¿cómo no amar hasta la muerte a la mujer que le hizo “descubrir la riqueza de la vida, amándola a través de ella”? A aquella joven dulce que le hizo olvidar que “no podía pasar más de dos horas con una muchacha sin aburrirse y hacérselo sentir”. Dorine, una mujer que lo “hacía sentirse en otro mundo”, pero que por encima de todo le permitió “asumir su propia existencia”.
Finalizo con tus bellísimas palabras y me atrevo a decir que, sin duda, Dorine y André han podido “encontrar la paz propia del que muere amando.”
¿Seguirá el mundo regalándonos más historias de amor como ésta?

miércoles, 20 de enero de 2010

La caricia tardía

"Esto es amor, quien lo probó, lo sabe" (Lope de Vega)


Como en vuelo de pájaro me llegan tus ojos
una tarde perfumada por acacias y nardos
y al tiempo que cae la noche
se me van cayendo las vergüenzas
junto con la ropa.


Y van enredándose tus dedos
cual mariposas entre el negro de mi pelo,
mientras un brazo ávido me arrastra hacia tu cuerpo,
igual que en un paso de baile,
jugando con mi cintura.


Un cuerpo que se estremece en otro que lo desea,
bocas cómplices de besos postergados
para pieles inexploradas
con sed de entregas dilatadas
abandonadas a la concupiscencia.



sábado, 16 de enero de 2010

Páseme a buscar cuando quiera


Soy una romántica incurable… lo sé, pero es que no quiero curarme. El caso es que si no me someto inmediatamente a tratamiento, me dicen que puedo acabar mis días en uno de esos lugares que siempre, e indefectiblemente, tienen un parque rodeado de árboles en los que, por las tardes, cantan los pajaritos y te sacan a pasear para que los oigas… ¿Será que estas volátiles avecillas tienen algún poder benéfico que aún desconozco? Y, como si de una enfermedad peligrosa se tratase, además de no dejarte salir, te obligan a estar encerrada con personas de tu mismo sexo. ¿Es que no existen también caballeros que padezcan de romanticismo agudo? Así sería más divertido y estoy segura de que sabría encontrarle el poder sanador a más de un “pajarito”… Pero me estoy yendo por las ramas, que para hablar de pájaros no está mal, pero no es el tema…
Sin embargo, debe ser verdad que no existen ya de esos enamorados galantes y, si existen, deben estar escondidos y en peligro de extinción, o también encerrados en uno de esos lugares con jardines; porque hace años que no me regalan flores… Y, como he dejado bien claro al principio que soy una negada, me niego a creer que no me las merezco, por lo que, cada día salgo de mi casa y, al regresar, justo antes de que se abra el ascensor, me imagino que en mi puerta me espera un enorme ramo lleno de pimpollos a punto de florecer… Pero no… de un tiempo a esta parte, lo único que me encuentro son “capullos” (entiéndase la palabra en su acepción española que vendría a significar, algo así como, gilipollas, que son individuos cuya inteligencia no les alcanza y se comportan como cabrones), de eso sí que está lleno, aunque no es mi intención hablar de ellos, puesto que no merecen mi más mínima consideración.
El otro día, sin ir más lejos, leía por ahí que la culpa de que las mujeres tengamos altas expectativas en cuanto a hombres es de Disney, que nos mandó a buscar al príncipe azul, aún sabiendo que sólo encontraríamos sapos. ¡Vaya broma de mal gusto! Hasta podría proponer que vayamos todas a descongelar a este señor y le digamos unas cuantas cosas… No, tampoco merece la pena…
Decía que soy una romántica (incurable, sí) y, como tal, tengo una lista de cosas de las que me gustaría que el hombre que me ame fuera capaz, por ejemplo, de enamorarse perdidamente de mi, de dedicarme poesías y canciones, de no esconder su amor, de saber hacerme reír, de respetar mis tristezas… Que sea capaz de descifrar a la otra mujer que anida dentro de mí, de comprometerse, de saberme su amiga y confidente, de contarme a su lado cuando haya que defenderse frente al enemigo, de entregarse a mi amor sin miedos… Que sea capaz de ser compañero en las cotidianeidades de la vida, de respetar mi individualidad y hacer valer la suya… Que quiera seguir creciendo como persona a mi lado, sin temor de descubrir sus vulnerabilidades y sin asustarse de las mías…
¿Pido mucho? No lo sé… Es lo que ofrezco y creo que es lógico seguir creyendo que pueda haber alguien que quiera y sea capaz de dar lo mismo…
No soy la camarera, pero, desde hace dos meses lo veo frecuentar este bar y pedir un café tras otro. Lo sé porque cada día me siento en la mesa del rincón… siempre en la misma, porque es desde la que mejor se pueden observar a las personas… por eso pude advertir su presencia, puntual, precisa… ¿Sabe? Creo que la soledad a veces tiene esas cosas, la necesidad de asirse a algún tipo de ritual, a cosas que se repitan, como para sentir que, cada día, hay algo que nos espera… Bueno, que no quiero ponerme melancólica. Yo sólo quería decirle que, hace un par de días, me tomé un atrevimiento. La propina no la cogí, pero la carta sí. La verdad es que, aunque pueda enfadarle mi atrevimiento, no me arrepiento… y sé, casi con certeza, que usted tampoco lo hará… Es más, puede que hasta le haya salvado la vida, o el corazón, que para el caso es lo mismo…
Como le decía, leí su carta y tuve la sensación de haber encontrado a otro loco como yo que, para mi suerte, tampoco estaba aún aislado en ningún jardín con pajaritos… y necesito que usted sepa lo siguiente: que sus razones para no tenerlo en cuenta no me asustan, es más, ni siquiera las considero razones como para no tener en cuenta a alguien… exceptuando lo de hacer sonar los timbres de las casas para luego darse a la fuga… pero seguro que eso es algo que podremos superar… juntos…
Ahora viene lo más interesante, aquello que sí le gustaría hacer con alguien… Aunque no me lo haya pedido, tiene que saber que me atrevo, que acepto, que me gusta todo, aunque si le voy a ser sincera, no estoy acostumbrada a hacer pedorretas en los actos públicos, pero creo que todo es cuestión de probar…
Me he enterado que lo llaman el Gallo y, si es verdad que las aves tienen poderes curativos, seguramente usted pueda sanarme…
Escribo: PASEME A BUSCAR CUANDO QUIERA y marco 153 281 44… Su mensaje ha sido enviado.


(Esta entrada está relacionada con la publicada en este mismo blog el 3/01/2010 http://lobaygallo.blogspot.com/2010/01/sostiene-el-gallo_03.html)

Consuelo

Ayer conversaba con una amiga que, indignada, quería que yo le aclarase una duda. Quería saber “¿cuándo llegaría el día en el que inventaran un eficaz, accesible y cómodo consolador para hombres? Al menos, me decía, así sabremos que, cuando nos buscan, lo hacen porque les interesa nuestra conversación!!!!” Estaba realmente indignada y seguía diciéndome, “es que, en cambio, con nosotras lo tienen mucho más claro.” “¿Tú crees?” Le pregunté yo, inocentemente.“¡Pues claro!” Me dijo convencida y me explicó, “como los consoladores para mujeres son cada vez mejores y más económicos, ellos saben que cuando los buscamos vamos a por el dinero!!!”La conversación puede parecer vulgar, pero luego me lo quedé pensando fríamente y, francamente, creo que la indignación de mi amiga no andaba tan errada.
¡Seamos sinceras mujeres! ¿Cuántas veces nos hemos quejado de que los hombres siempre piensan con lo mismo?
Es más, el otro día me decía un amigo, “es que vosotras no sabéis leer el contrato”.
“¿Qué contrato?” le pregunté y, esta vez, la indignada era yo que no sabía que los sentimientos pudieran regularse con un contrato, “¿ése que dice que debemos estar dispuestas a daros lo que buscáis y luego no pediros nada más allá de eso? ¿Ése que dice que no debemos pretender que os impliquéis sentimentalmente luego de haber pasado por nuestra casa y por nuestra cama cuántas veces os ha venido en gana?”Estaréis pensando que generalizo y, las generalizaciones, claro, no son buenas. Pues, afortunadamente no estoy generalizando pero, lamentablemente, casi.Algunos, con el tiempo, aprenden.
Sin ir más lejos, este verano estaba en la piscina con una amiga que había venido acompañada por un ex novio que, a los cuarenta años, había tomado la decisión de casarse, después de haber vivido del cuento del famoso contrato, y nos decía, “lo que pasa es que los hombres no saben distinguir un rollo de una relación” y pasó a explicarse, “un rollo es algo que pasa una vez porque sí, por casualidad, porque se da la ocasión y, mira por donde, ambos estamos de acuerdo; pero ¿qué pasa cuando ese rollo se repite más de dos o tres veces?”
“¿Qué pasa?” le preguntamos las dos, casi al unísono.
“Pasa que ese rollo se transforma en relación, porque, en medio de ese vernos a menudo y mantener relaciones, uno de los dos comienza a implicarse, indefectiblemente, sino los dos y, entonces, ¿qué pasa si en medio de esa frecuencia uno de los dos conoce a otra persona y decide poner fin a la historia? Pasa que el que se queda, se queda hecho polvo”.
Y aquí no se trata de hombre o mujer sino de que hay uno que da y otro que recibe y, como me explicaba hace poco un amigo terapeuta, el que más recibe siempre es el que acaba rompiendo la relación porque, inconscientemente, no se siente a la altura de retribuir todo lo que está recibiendo.
En el momento me mostré en desacuerdo con esa afirmación, “¿cómo?”, le dije, “si estoy cansada de ser yo quien corte las relaciones porque siento que de tanto dar y no recibir nada a cambio me quedo vacía?”
“Claro”, me explicó, “tú tomas la decisión, pero el otro ya lo había hecho antes con sus actitudes”.“Mmm, es realmente interesante”, pensé.
Entonces pasó a exponerme como funciona el pensamiento de un hombre y como el de una mujer, con un ejemplo simbólico.
“Un hombre y una mujer se encuentran en un bar”, me dijo.
“El hombre la ve y piensa, ¡qué buena está! (sexo), se acerca a ella y empiezan a hablar ¡interesante lo que dice! (cabeza), ¡si hasta parece ser una buena persona! (corazón).
La mujer, en cambio, lo ve y piensa, ¡podría enamorarme de él! (corazón), ¡qué interesante todo lo que dice! (cabeza) y ¡además está bueno! (sexo)”. Se supone que todo esto ocurre en una milésima de segundos, lo interesante es coincidir y lo más complicado, claro!
En definitiva, en lugar de seguir construyendo consoladores, ¿por qué no nos preocupamos más en conocer nuestras diferencias, acortar las distancias, disfrutar de nuestras coincidencias y, como dice Gioconda Belli, apreciar la disimilitud de nuestros cuerpos?



(Publicado por Maga Viajera en http://causavsefecto.blogspot.com/ el 2/11/2008)


Desvelos



"Yo no soy el cuerpo, no soy mis emociones, no soy mis pensamientos. Soy el testigo que lo observa todo, y nada de ello es la realidad".

José Saramago escribió un libro titulado “Ensayo sobre la ceguera” que, si bien, está catalogado como un libro de ficción, creo que no difiere mucho de la realidad.
Cuando uno no ve es porque le falta luz y yo sospecho que la humanidad padece una epidemia de ceguera muy particular. Es como si la mayoría de las personas fueran errantes y a ciegas, a pesar de que en el cielo brille un sol espléndido, porque su propia vida está cubierta por oscuras nubes que no dejan pasar la claridad. Seres cuyos ojos están cubiertos por un suave velo de ignorancia.
Los velos son las ilusiones, es decir, lo que a mí me gustaría que fuera que, lamentablemente, muchas veces dista mucho de lo que es o de lo que podría ser.
Pero no hay que confundir ilusión con sueños… no. Son dos cosas completamente diferentes. Los sueños podrían compararse a los deseos y estos son el motor que nos va empujando hacia adelante. Pero, entre éstos y las posibilidades reales de concretarlos, es en donde aparecen las ilusiones. Capas y capas de velos que nos impiden ver las cosas tal y como son.
Creemos saber la verdad, creemos verla, afirmamos, sentenciamos y en base a ello, actuamos y, apoyados en nuestra ignorancia, avanzamos inexorablemente hacia el abismo del infierno.
Dice Daisaku Ikeda:
“La mayoría de las personas no se cuestionan si la esencia de sus creencias son buenas o malas y ahí mismo está la raíz de la infelicidad”.
Cada uno de nosotros poseemos nuestros propios velos, nuestras propias ilusiones. A veces llegamos a ser conscientes de ellos pero, por costumbre, por tendencias difíciles de erradicar, no queremos verlos. Y, a su vez, es a través de esos mismos velos que miramos a los demás y la diferencia es tan grande como ver un paisaje alumbrado por la luz de la luna y el mismo paisaje iluminado por la luz del sol.
Pero si somos capaces de cuestionarnos, si somos capaces de creer que es posible que exista otra realidad que no es a la que estamos acostumbrados, la que nos enseñaron, la que aprendimos, puede que, con las preguntas, vayamos quitando uno a uno, los velos que no nos dejan ver las cosas tal cual son. Y puede, también, que, de tanto buscar las respuestas, un día nos despertemos y digamos “eureka”, pero si esto era así ¿cómo no lo había visto antes?
No lo había visto antes porque no quería, porque cuestionar el suelo que estamos pisando, aunque éste esté a punto de derrumbarse, da miedo. Da miedo porque, como no sabemos, pensamos que debajo de ese suelo puede que no haya nada, que no exista otro. Sí, también se puede pensar que, tal vez, exista otro y sea mejor, pero… ¿y si no lo es? Y comenzamos a construir excusas para esconder el temor y tapar la ignorancia. Y, como dice Alan Watts
: “Se puede ir construyendo algo cada vez más alto, pero pronto olvidaremos donde empezamos, para a continuación ver que, en realidad, siempre estamos en el mismo sitio; siempre esperando algo, siempre pensando que será la próxima vez. Esto es, claro está, una ilusión eterna” Y agrega:
“Somos seres que existen bajo condiciones de ilusión, que imaginan controlar su propio destino, que piensan que son capaces de mejorarse, y en virtud de dicha ilusión se destruyen rápidamente de una forma interesante. Supongamos que eso es lo que somos, pero todavía estamos en la cuestión de que gastamos una enorme cantidad de energía en hacer cosas que no pueden hacerse. Si lo encuentran frustrante, si realmente no les gusta, no tienen que hacerlo; pueden parar. Resulta una interesante paradoja el que cuando paramos de hacer lo que no puede hacerse, nos sentimos más felices y con más energía.”
¡Y es verdad! Cuando paramos de hacer lo que no puede hacerse y que nos empeñábamos en hacer que sucediera, nos sentimos mas libres y empezamos a tomar conciencia de que las causas esenciales de nuestros problemas radican en nuestra propia vida, dentro de nosotros. Y eso nos libera, porque podemos aliviar nosotros mismos nuestros sufrimientos, asumiendo la total responsabilidad sobre ellos. Porque cuando uno descubre que, de esta manera, puede decidir sobre su propio destino, es cuando encuentra la tan ansiada luz al final del túnel que es la que le va a permitir ver a través del velo de la ilusión.
Uno mismo lo sabe, uno mismo puede reconocer sus propios velos o buscar a alguien para que no lo deje dormirse en el sueño de la ilusión.
En este caso, a mi me desvelaste tú…


jueves, 14 de enero de 2010

Il Dante y Beatrice


Destino, karma, oráculos… para desvelar las incertidumbres del futuro… y en el medio aparece la felicidad… siempre aparece… y desaparece tan rápido como vino.
¿Qué otra cosa buscamos cuando consultamos un horóscopo, sino la certeza de que, tan ansiada invitada, se hará presente en nuestro destino?



Podría seguir encadenando coincidencias, encontrando hilos invisibles que unen lo inimaginable…

Te invito a que hagamos un viaje en el tiempo… uno más y, seguramente, no el último. Volvamos a Florencia. Y fíjate que ya es curioso que siempre acabemos regresando a la cuna del Renacimiento, como si fuera el punto elegido para que renazca aquello que se nos ha dormido durante años.
Siglo XIV, el Dante “felice” en el Paraíso de su Divina Comedia, en donde encuentra a su amada Beatriz, cuyo nombre (y seguimos sumando) significa, precisamente, “dadora de felicidad”. Nuestro Dante conoció a su Beatriz cuando ésta era una niña y no volvió a verla hasta muchos años después… destrozado ante la ausencia de su amada, el poeta italiano se lanzó a un desenfreno sexual con un buen número de amantes… Una de las más históricas relaciones de amor imposible. Mira por dónde, bien podría tratarse de nosotros en otra vida… ¡Vaya karma el nuestro!... Sin embargo esa sería una buena respuesta para una ciudad que nos llama constantemente y para un ciclo que se nos repite una y otra vez…

Encuentros…Desencuentros… que se suceden como una noria que gira sin parar, como la Rueda de la fortuna, la carta número X del Tarot, que simboliza las sorpresas que nos depara la vida, si somos lo suficientemente sagaces como para verlas y atraparlas como una oportunidad más para ser los artífices de nuestro propio destino…
Y ya que estamos con el Tarot, sigamos viajando, pero no creas que nos alejamos mucho del Dante… sólo un siglo, el XV y 320 kilómetros más al norte, Milán, que también es Italia… (Y ya va teniendo gracia la cosa ¿no?) Pues en ese momento y lugar aparecen las primeras referencias al Tarot cuyo uso original era para transmitir conocimientos filosóficos… Una utilidad mucho más coherente si se quiere…
Pero la Divina Comedia fue una tragedia con final feliz… Por algo se la llamó comedia… la comedia de los dioses, que tanto te gustan… Eso sí, aunque Alighieri haya muerto, por cierto, en algún lugar entre Florencia y Milán… (Rávena, para ser exactos)
Ahora bien, entre la carta del Enamorado y El arcano sin nombre, yo elijo la primera. Así que, si es verdad que, por mi nombre, yo soy la amada y la elegida, ya va siendo hora de que vengas a hacer justicia con el tuyo porque me estoy quedando si fuerzas.




martes, 12 de enero de 2010

Donde empezó todo


¿Qué mirábamos con esos ojos?
¿Hacia donde voló nuestra inocencia?
¿Con qué soñábamos?… cuando nos atrevíamos a hacerlo sin límites,
con las espaldas libres y el horizonte limpio.

A punto de salir corriendo a comerse la vida.
Quererlo todo, probarlo todo, atreverse a todo.
Con la osadía de creernos inmortales
y ajenos al tiempo…

Volver allí…
Reconocer mis sueños (al menos uno)
¡Qué no daría por hacerlo
antes de que la vida acabe por comerme a mí!

Y que me encierren por loca.
Por utópica, por ilusa.
Por ser la Juana de Arco
de los sueños de mi infancia...


lunes, 11 de enero de 2010

La Loba versus la Maga


León Tolstoi decía: “El propósito de la vida es la felicidad. Si no eres feliz, has cometido un error en el recorrido. Regresa, examina dónde está el error y corrígelo”.

Cómo pasan las horas impunemente y no son gratuitas si no tomamos la decisión de hacer realmente algo… algo trascendente… trascendente para el alma…
A veces dejamos correr el tiempo esperando que algo suceda pero, absurdamente, sin hacer que suceda.
Las cosas “se nos hacen inalcanzables”. ¡No! No son las cosas o las personas inalcanzables, somos nosotros que no creemos poseer la capacidad de alcanzarlas. Siempre somos nosotros. Todo parte de nosotros. Y no es que la mesa sea demasiado pesada, soy yo que no tengo la fuerza suficiente para moverla…
Siempre te resulté inalcanzable, dices, y me sorprendo, no puedo evitarlo. ¿Yo, inalcanzable para ti??? Para ti que obtuviste todo lo que has querido y, quizás, más. ¿Qué cosas serán las que habrás puesto en mí para colocarme a semejante distancia? ¿Qué miedos tuyos quisiste meter entre los dos?
Si lo miro desde el tiempo transcurrido veo que, para mi, la distancia eras tú y tú el inalcanzable. Yo creía que te daba pena (yo era para ti la morochita triste) y por eso me buscabas. ¿Lo ves? Cada uno desde su prisma ve las cosas de su propio color. Seguramente me creí incapaz de merecerte y nunca se me ocurrió, siquiera, la idea de conquistarte.
Así es como cada uno subió al otro a un pedestal, para admirar su belleza, su grandeza, pero lo suficientemente alto como para tener la excusa de no estar a la altura, la excusa que necesita la cobardía y el miedo… siempre el maldito miedo…
Entonces caigo en la pregunta, casi inevitable, de cuál es la imagen que estamos ofreciendo a quien nos mira. Porque nos ponemos una máscara escogida y elaborada para luego enfurecernos y decepcionarnos cuando el otro no es capaz de ver lo que hay detrás.
Yo escogí a la Loba para proteger a la Maga. La Loba que es la fuerte, la indiferente, la solitaria, la poderosa, versus la Maga que es la que cree, la que confía, la que busca y espera al amor porque necesita de la compañía, la inocencia que limita con la ingenuidad.
Entre la Loba y la Maga debe haber un equilibrio… aún lo busco. La Loba no se lo cree, la Maga sí, ¡por supuesto!
Sin embargo y aunque lo niegue, la Loba busca el AMOR y la Maga, ENAMORARSE, que no es lo mismo. Pero si, pese a todo, saben permanecer juntas, serán capaces de vivir la experiencia plenamente, porque la Loba sin la Maga se enredará en amores platónicos por perder la fe y la Maga sin la Loba, sólo conseguirá coleccionar amantes que le destrozarán el corazón.
Y la pregunta no es ¿por qué? Gallo, la pregunta, siempre, es ¿para qué? ¿Para que estos derroteros del destino que elegimos sin saber? ¿Para qué todas esas vueltas al mundo que siempre nos conducen al mismo lugar: el origen? ¿Para qué los dolores en el camino?
Cada uno guarda dentro de sí la respuesta exacta. Ahora lo sabemos, porque nada de todo eso ha sido en vano…
No creo en los tiempos incorrectos ni en las personas incorrectas. Al contrario, creo que los momentos, las personas y los lugares están allí porque así debe ser. Creo que cada una de esas cosas trae la respuesta a una pregunta importante para mi vida.
Yo también elegí ser mil mujeres dentro de una y serlas a todas, pero tuve que escoger con cual quedarme, porque siempre hay que escoger. Y crecí cuando dejé de tener la sensación de que si elegía, seguramente me perdería algo mejor. En cambio tuve la certeza de que siempre que elegimos un camino, hay otro al que le decimos que no, pero esta vez, yo misma era la que decidía hacerlo… sin dudas, sin remordimientos, con la seguridad del que sabe realmente lo que quiere.
Pero para saber lo que quieres, debes antes saber quien eres. No existe otra manera. Es tan decisivo como la diferencia que se halla entre que la vida te maneje a ti o dirigir tú tu propia vida.
Somos escritores, escribimos historias de amor para que nos contengan, inventamos mil caras con diferentes finales, pero lo importante es que no nos olvidemos de salir de nuestro refugio en blanco y negro y nos atrevamos a vivir al menos una, la más importante, la nuestra…

viernes, 8 de enero de 2010

Desencuentros


La Maga esperando a Horacio… que nunca llegó… La Maga como Penélope, tejiendo y destejiendo historias sobre el papel, tal vez en el Greco de Roma o en el Falstaff Café de Bruselas o en el Café Central de Madrid o en la Giubbe Rosse de Florencia, en donde el Gallo quisiera acabar sus días…
Personajes que se descubren para perderse, una broma pesada del destino, que se empeña en hacernos vivir la soledad para que podamos comprender la compañía, como si nos quisiera errantes y melancólicos.
¿Será que no acabamos de quedarnos quietos para que puedan encontrarnos?
Dices por ahí que no te fías de los hombres que esperan, ni de aquellos que elijen atajos razonables (los que se salvan, diría Benedetti) y, en cambio apuestas por aquellos que buscan... que conquistan... Y, por estar de acuerdo contigo, es que me parezco a la bailarina de las zapatillas rojas, que se resiste a parar. Porque, como decía Julio Cortázar en Rayuela, mientras jugaba con la Maga y Horacio en París, “...Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas...”
Desafiamos a las brújulas, desafiamos a la gravedad misma, entonces, desafiemos también al tiempo, tirano y sentencioso… Y, si hace veinte años, nos encontramos en el Café de la Esquina para pisar juntos el Tortoni en Buenos Aires y, diez años más tarde, el del Greco, casi a la vez; enredémonos en la idea de que, algún día, una mesa de cualquier otro café querrá volver a tenernos frente a frente. Tal vez cuando se nos hayan agotado las palabras y sólo podamos decir nuestras verdades con los ojos.
Pero, por favor, date prisa, que se enfría el café...

Romántica Roma

El Gallo avivó en mí una de mis mayores pasiones. El gallo despertó a la Loba de las siete colinas porque dice que Roma es la Loba y yo que la Loba es Roma. Y es cierto, hay algo que raya lo místico y que une a Roma con la Loba y a la Loba con el amor.

Conocí el AMOR en mayúsculas cuando conocí la ciudad más maravillosa del mundo que, además, es el reflejo mismo de esa palabra: ROMA. Me enamoré de Roma a primera vista y, después de diez años y más del doble de ciudades recorridas, aún sigo amándola.
Roma le hace honor a su nombre en todos los aspectos, es ROMAntica (Roma y antigua) y es amoR en todo cuanto respiras y observas. Mantenerse digna y monumental durante siglos sólo puede deberse a que cada uno de los artistas que contribuyeron a adornarla, a su vez, la amaron, la adoraron como la diosa que fue. Roma es como la nobleza, puede modernizarse, pero jamás olvida su cuna ni sus orígenes.
Transcurría el mes de marzo y la llegada próxima de la primavera amenazaba con lloviznas intermitentes. Aún así el sol se mostró generoso y ocupó su lugar en el cielo la mayor parte del tiempo.
Mi ansiedad por conocerla me echó a las calles muy temprano por la mañana y la navetta del hotel me dejó en plena Piazza Cavour frente a los Tribunales de Roma.
Caminé sin rumbo, guiándome un poco por mi intuición, un poco por los letreros. Veía a Roma con ojos nuevos y quería hacer lo que me exigieran el cuerpo y el alma.
Así fue como, cruzando el Tevere por el Ponte Umberto I y siguiendo recto por la Vía Giuseppe Zanardelli llegué hasta la Piazza Navona. Tras recorrerla en todo su largo, me detuve delante de la Fontana dei Quattro Fiumi y, ahí mismo, me dejé seducir por Bernini. Cuando por fin dejó de encandilarme con sus cuatro dioses titánicos, empecé a recorrer la plaza con la vista, deteniéndome en cada ventana, en cada charco formado por la lluvia, inventándome historias de estudiantes enamorados, observando a la gente disfrutar de la terraza de una de las gelaterías más famosas, sólo disfrutar, porque intuí que en esta ciudad no podía hacerse otra cosa. Y fue entonces cuando comprendí a los italianos y su pasión por poner arte en cada cosa de la vida; y en aquel lugar, de pie junto a una esfinge, pero de las que piden monedas a los turistas, me prometí que un día viviría en Italia. Y así lo hice tres años después…
Caminando por sus calles puedes sentir como la Historia va asomándose a los balcones, hasta las enredaderas tienen algo para contarte de todo lo que han visto y yo tenía la particular la sensación de haber pertenecido también a esta urbe en alguna otra vida.
Roma se alzaba orgullosa frente a mis ojos, como una fémina que sabe de su hermosura y no la esconde.
En la Piazza Della Rotonda está el Panteón, que impone pero no embriaga. Es menos soberbio en sus líneas, aunque eso no le quita su magnitud. Quizá porque su tiempo de esplendor es más remoto o tal vez por la finalidad para la que fue construido.
Tanta belleza aturde, ya lo dijo Stendhal, será por eso que, hechizada por el embrujo de tanta maravilla, me quedé casi sin aliento cuando, al girar una esquina, se descubrió glamorosa, delante de mí, la Fontana di Trevi. Impudorosa exhibía su grandeza, como desafiante y, a su vez, como una madre protectora que acogía en su regazo a centenares de hijos.
Dicen que si arrojas una moneda de espaldas a la fuente regresarás a Roma; yo creo, más bien, que las monedas son el precio a tanta exquisitez y el hecho de hacerlo de espaldas es para evitar que tanta perfección te ciegue. Y lo de regresar… bueno, es imposible no hacerlo.
La Piazza di Spagna y la Vía Condotti son el centro del refinamiento. No pude más que sentir envidia hacia esas mujeres italianas, elegantes, aún sin querer estarlo.
Uno de mis tantos vicios es, cada vez que llego a un lugar nuevo, encontrar el café más bonito para sentarme en una de sus mesas y disfrutarlo. No me importa dar mil vueltas ni tener que recorrerme toda la ciudad, jamás me siento en el primer lugar que encuentro. Se trata de una elección minuciosa que debe reunir determinadas características, a saber: elegancia, buen gusto, música agradable y tranquila a un volumen muy bajo, gente que no grite sino que converse a un nivel casi inaudible y una atención esmerada. El por qué de tanto remilgo es porque voy a tomarme ese tiempo para encontrarme conmigo misma, para sentir el lugar y ver qué es lo que provoca en mí y, también, porque así me gustan los cafés.
Lo encontré a escasos metros de la Piazza, se llama el Caffé Greco y, además, otra cosa que lo hizo para mi aún más fascinante y, por ende, elegible, es que tiene historia y la suya empieza con un inmigrante griego que inauguró el primer CAFE de Roma en el año 1760. Durante los siglos XVIII y XIX se convirtió en el favorito de los artistas extranjeros que vivían y trabajaban en La Ciudad Eterna. Sus espejos fueron testigos de tertulias con el famoso Búfalo Bill y de discusiones literarias protagonizadas por Keats o Goethe. En sus veladores de mármol, músicos como Listz, Bizet o Wagner compusieron algunas de sus más destacadas obras.
Disfrutar de un café en Greco y caminar por las calles de la ciudad son dos cosas que levantan la autoestima de cualquiera, puesto que los romanos, aún acostumbrados a vivir rodeados de tanta belleza, siguen celebrándola a cada instante.
Roma guarda secretos que son sólo suyos y que cada uno de nosotros le vamos sumando cuando la visitamos.
Es una ciudad que no sabe no despertar pasiones. Ella en sí misma se convierte en amante.
Han pasado diez años desde aquella primera vez y le debía unas palabras. Roma tú te las has ganado más que ninguna. No sabía por donde empezar pero intuía que sería soltarme y no poder parar. ¿Cómo no redundar en palabras de admiración para contigo? Tú, la más fiel de las amantes que, a través de los siglos, siempre te mantienes majestuosa y que, cada vez que te veo, me haces sentir como si fuera la primera vez, pero con la complicidad de una vieja amiga.
ROMA siempre te veré al revés porque siempre serás mi AMOR.

martes, 5 de enero de 2010

Déjame...


Déjame soñar…
Que tengo a un hombre hipnotizado
Y que soy yo su única hechicera
En un mundo en el que “amor” existe
Y es sublime y sempiterno

Déjame tener la fantasía…
Que sólo él hasta el infinito me eleva
Entre susurros aterciopelados que de placer me arrebatan
Mientras recorre mi cuerpo de loba, suave, etéreo
Y yo bajo hasta su centro con la mirada clavada en sus ojos

Déjame creer…
Que espera vehemente mi llegada
Que no duda, que no teme, que no esconde
Que puede ser fuerte pero no malvado
Sensible pero no débil porque es libre para ser

Déjame anhelarlo…
Sin sentirme ilusa, ni pensarme ingenua
Con la certeza de que para una mujer Mujer
Existe un hombre Hombre
Y que viene a mi encuentro…


lunes, 4 de enero de 2010

Amada Loba


Amada Loba,
Bruja antigua de los bosques,
Vieja Sabia que habitas en mi interior
desde tiempos remotos,
enséñame a despertarte y seguirte.
Dame tu mano,dame las alas
y enséñame de tu fortaleza.
A ti me entrego
para convertirme en la mujer que quiero ser
y que, sé, está dentro de mí.

Fe, fe, fe.
Luz, luz, luz.
Sol y Luna.
Madre Tierra.
Quiero alimentar mi alma con vosotras
y que bailemos la danza
de la vida y de la muerte
alrededor del fuego del renacimiento.


Desde el centro del laberinto



Decía Alfredo Lepera …“sentir que es un soplo la vida,que veinte años no es nada”… y así nos jugamos a imaginar a Horacio y a la Maga veinte años después, atreviéndose a saltar de la rayuela a los laberintos.
La loba conoció al gallo cuando este aún era un topo y ella un patito feo y, aunque el tiempo no existe y las cosas tampoco eran, absolutamente, de esa manera, sí les fueron mudando los hábitos pero sin disfrazar la memoria.
El sol descubrió al gallo y la loba aprendió a aullarle a la luna, probablemente al mismo tiempo, pero desde mundos separados.
Él desde un extremo y ella desde el otro, decidieron adentrarse en el laberinto que se forma entre el recuerdo y las vivencias, para encontrarse a mitad del recorrido y volver. No para retroceder, porque no existe nada que se haya perdido en el camino, sino para continuar, pero desde otro punto, uno mucho más rico, recompensado por la ganancia de cada uno que, en veinte años, ha sido mucha.
Y es verdad, no sólo no anochece sino que amanece… que no es poco.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...