Performance de poesía erótica que conjuga un puesta en escena de poesía y música.

domingo, 24 de enero de 2010

Amores platónicos, amores soñados



“Borges se enamoró por primera vez en Buenos Aires, allá por 1921, cuando él tenía veintidós años. La muchacha se llamaba Concepción Ortega, y era una guapa adolescente a la que conoció en casa de tres amigas comunes, las hermanas Lange. Aquella pasión juvenil se enfrió a causa de la distancia, pues Borges tuvo que partir en un viaje a Europa. En su libro Borges, esplendor y derrota, María Esther Vázquez (que fue ayudante personal y amiga del autor) cuenta que él le explicó, muchos años después, que en realidad no estaba enamorado de Concepción, sino de la idea que tenía de ella, cosa por otra parte bastante frecuente en los amores de juventud. Con todo, aquel flirteo adolescente dejó en Georgie gratos recuerdos. Su experiencia con Concepción Ortega estuvo libre de amarguras, y fue muy distinta a las que vendrían después.” (Del libro “Tristezas de amor” de Marta Rivera de la Cruz)

Enamorarse, no de una persona, sino de la idea que de ella se tiene… Es como amar un concepto y elegir una imagen para que en él encaje… Un amor en busca de objeto… Entonces, ¿es verdad que uno elige de quién enamorarse? ¿O sólo busca amores platónicos cuando la realidad no le regala uno verdadero?

El amor del que hablaba Platón se refiere, a grandes rasgos, a un sentimiento en el que la persona amada está idealizada y forma parte de un sueño, de una ilusión a la que se le da la forma que la imaginación decide darle día a día.
Es como una unión utópica entre dos personas que no deja de ser una expresión de amor hacia uno mismo, hacia las propias fantasías que de este sentimiento se tienen. Idealizamos a alguien porque nos enamoramos de nuestro propio reflejo en ese otro y es un amor libre de riesgos porque en lo que pensamos y sentimos no hay testigos, por lo tanto podemos dar rienda suelta a nuestros más locos sueños sin límites ni censuras y transformarlos en creatividad.
Amar a alguien imposible, vivir la frustración y la esperanza del encuentro y tejer, en medio, una red de situaciones posibles. ¿Nos es acaso como vivirlas, de alguna manera?

¿Nos enamoramos de un ideal o idealizamos a aquel de quien nos enamoramos?
Fue Borges quien, también, dijo en Otro poema de los dones que es «el amor, que nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad» algo que ya había expresado antes en Luna de enfrente, cuando escribió «…te veré por vez primera, quizá, / como Dios ha de verte» y que, según explicó en diversas entrevistas, significa «que una persona enamorada ve a la otra como Dios la ve, es decir, se da cuenta de que la otra persona es única».

¿Será que un escritor necesita alimentar su creatividad a través de la vivencia de historias, sean éstas reales o no? ¿Será que un artista necesita sentir la belleza, como sea, para transformarla en arte?
Dice Umberto Eco, en su Historia de la Belleza, que los románticos se imaginaron una Edad Media llena de heroísmo, dulzura y, valga la redundancia, de... 'romanticismo'.
Que la realidad sea, seguramente, mucho menos literaria, ¿qué importa en realidad? ¿No dicen que la historia la escriben los que ganan y la literatura, los que sueñan?

Así que… ¡Sigamos soñando! Porque como afirmaba Jorge Luis “el peor de los pecados, es no ser feliz…”

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