Performance de poesía erótica que conjuga un puesta en escena de poesía y música.

sábado, 16 de enero de 2010

Páseme a buscar cuando quiera


Soy una romántica incurable… lo sé, pero es que no quiero curarme. El caso es que si no me someto inmediatamente a tratamiento, me dicen que puedo acabar mis días en uno de esos lugares que siempre, e indefectiblemente, tienen un parque rodeado de árboles en los que, por las tardes, cantan los pajaritos y te sacan a pasear para que los oigas… ¿Será que estas volátiles avecillas tienen algún poder benéfico que aún desconozco? Y, como si de una enfermedad peligrosa se tratase, además de no dejarte salir, te obligan a estar encerrada con personas de tu mismo sexo. ¿Es que no existen también caballeros que padezcan de romanticismo agudo? Así sería más divertido y estoy segura de que sabría encontrarle el poder sanador a más de un “pajarito”… Pero me estoy yendo por las ramas, que para hablar de pájaros no está mal, pero no es el tema…
Sin embargo, debe ser verdad que no existen ya de esos enamorados galantes y, si existen, deben estar escondidos y en peligro de extinción, o también encerrados en uno de esos lugares con jardines; porque hace años que no me regalan flores… Y, como he dejado bien claro al principio que soy una negada, me niego a creer que no me las merezco, por lo que, cada día salgo de mi casa y, al regresar, justo antes de que se abra el ascensor, me imagino que en mi puerta me espera un enorme ramo lleno de pimpollos a punto de florecer… Pero no… de un tiempo a esta parte, lo único que me encuentro son “capullos” (entiéndase la palabra en su acepción española que vendría a significar, algo así como, gilipollas, que son individuos cuya inteligencia no les alcanza y se comportan como cabrones), de eso sí que está lleno, aunque no es mi intención hablar de ellos, puesto que no merecen mi más mínima consideración.
El otro día, sin ir más lejos, leía por ahí que la culpa de que las mujeres tengamos altas expectativas en cuanto a hombres es de Disney, que nos mandó a buscar al príncipe azul, aún sabiendo que sólo encontraríamos sapos. ¡Vaya broma de mal gusto! Hasta podría proponer que vayamos todas a descongelar a este señor y le digamos unas cuantas cosas… No, tampoco merece la pena…
Decía que soy una romántica (incurable, sí) y, como tal, tengo una lista de cosas de las que me gustaría que el hombre que me ame fuera capaz, por ejemplo, de enamorarse perdidamente de mi, de dedicarme poesías y canciones, de no esconder su amor, de saber hacerme reír, de respetar mis tristezas… Que sea capaz de descifrar a la otra mujer que anida dentro de mí, de comprometerse, de saberme su amiga y confidente, de contarme a su lado cuando haya que defenderse frente al enemigo, de entregarse a mi amor sin miedos… Que sea capaz de ser compañero en las cotidianeidades de la vida, de respetar mi individualidad y hacer valer la suya… Que quiera seguir creciendo como persona a mi lado, sin temor de descubrir sus vulnerabilidades y sin asustarse de las mías…
¿Pido mucho? No lo sé… Es lo que ofrezco y creo que es lógico seguir creyendo que pueda haber alguien que quiera y sea capaz de dar lo mismo…
No soy la camarera, pero, desde hace dos meses lo veo frecuentar este bar y pedir un café tras otro. Lo sé porque cada día me siento en la mesa del rincón… siempre en la misma, porque es desde la que mejor se pueden observar a las personas… por eso pude advertir su presencia, puntual, precisa… ¿Sabe? Creo que la soledad a veces tiene esas cosas, la necesidad de asirse a algún tipo de ritual, a cosas que se repitan, como para sentir que, cada día, hay algo que nos espera… Bueno, que no quiero ponerme melancólica. Yo sólo quería decirle que, hace un par de días, me tomé un atrevimiento. La propina no la cogí, pero la carta sí. La verdad es que, aunque pueda enfadarle mi atrevimiento, no me arrepiento… y sé, casi con certeza, que usted tampoco lo hará… Es más, puede que hasta le haya salvado la vida, o el corazón, que para el caso es lo mismo…
Como le decía, leí su carta y tuve la sensación de haber encontrado a otro loco como yo que, para mi suerte, tampoco estaba aún aislado en ningún jardín con pajaritos… y necesito que usted sepa lo siguiente: que sus razones para no tenerlo en cuenta no me asustan, es más, ni siquiera las considero razones como para no tener en cuenta a alguien… exceptuando lo de hacer sonar los timbres de las casas para luego darse a la fuga… pero seguro que eso es algo que podremos superar… juntos…
Ahora viene lo más interesante, aquello que sí le gustaría hacer con alguien… Aunque no me lo haya pedido, tiene que saber que me atrevo, que acepto, que me gusta todo, aunque si le voy a ser sincera, no estoy acostumbrada a hacer pedorretas en los actos públicos, pero creo que todo es cuestión de probar…
Me he enterado que lo llaman el Gallo y, si es verdad que las aves tienen poderes curativos, seguramente usted pueda sanarme…
Escribo: PASEME A BUSCAR CUANDO QUIERA y marco 153 281 44… Su mensaje ha sido enviado.


(Esta entrada está relacionada con la publicada en este mismo blog el 3/01/2010 http://lobaygallo.blogspot.com/2010/01/sostiene-el-gallo_03.html)

2 comentarios:

  1. Es preciosa tu poesía, me encanta leerte, lo femenina que eres. Lo sensual de la forma en que escribes, es otra onda poco común. De expresar tu arte y lo que sientes. Una vez te descubran será como encontrar petróleo. Por lo que te exhorto a seguir escribiendo, para que tengas mucho material cuando llegue ese momento.
    Con todo mi amor, te deseo lo mejor del mundo. Para una mujer tan exquisita como lo eres tu Gabriela, (La maga, La loba, La bella)…
    Besos!

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  2. Artur...
    Tus deseos me halagan y me afirman... Escribir para mi es como respirar y, sinceramente, espero nunca dejar de hacerlo... mientras viva!!!!
    Gracias Artur por todas tus palabras siempre!
    Besote :)

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